Pedro respondió dos veces: “Tú sabes que te amo”. Y la tercera vez, sondeado en lo más profundo de su ser, precisó: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Su respuesta era como una voz de amor que salía de un corazón quebrantado. Cuando depositamos nuestra confianza en Cristo, el único que en verdad nos conoce, entonces empezamos a amar realmente.
La pregunta: “¿Me amas?” era como un nuevo llamado a la fidelidad de su discípulo para animarlo a seguirle. Luego Jesús dijo a Pedro: “Sígueme” (v. 22). Esto es lo que Jesús también nos dice cada día. Simplemente debemos seguir las pisadas de Jesús, teniendo una total confianza en su amor, que nunca cesará. No es tiempo de dudar, sino de mirar hacia adelante, hacia él, para seguirle, aferrados a él.
Alguien comentó de la siguiente manera ese último “sígueme” de Jesús: «No mires más hacia atrás… Mira a Aquel que te conduce. No mires atrás, allá de donde te quiere sacar… Aquel que te conduce va delante de ti… Ama a aquel que te guía. ¡Síguele!».
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